Existía entonces, cierto hombre de Santander que navegaba todos los días; desde el amanecer hasta el atardecer, rezando por encontrar, en medio de las olas del mar, a su esposa que misteriosamente había desaparecido una tarde peculiar; pues ese día el viento sopló y sopló sin dejar rastro atrás. Dicen que el viento se llevó a Marina y la arrastró hasta dentro del mar. Leonardo hubiese preferido que aquel día, el viento nunca hubiese existido.
 

Es por eso que Leonardo salió todos los días, con la esperanza de encontrarse con su persona favorita, para no perderse y pasar por el mismo lugar utilizaba unos pequeños barriletes blancos, que decían “Le’Mar” por si ella lo llegaba a ver sabría que se trataba del amor de su vida. Leonardo a su paso recolectaba mucha comida, pues su intensión de pescar vida todavía lo tenía.
 

Pensaba “Si el viento me la robó, el viento me la devolverá”. Un día, Leonardo encontró una pequeña playa, por donde nunca había dejado

huella de su paso; sacó un barrilete y lo ató a una palmera. A su sorpresa se encontró con una pequeña escultura, era la imagen de la Virgen María. El entendió que aquella señal era precisa; Marina quizás no regresaría. Una paz invadió su espíritu y fue ahí donde decidió dejar de ser navegante y convertir esa pequeña porción de tierra, en “Le’Mar” peregrinos de la Virgen del Mar.

El sitió todavía conserva su esencia de preservar la vida, el viento le recuerda todos los días que si hay brisa, hay compañía.
 

Leyenda de Leonardo y Marina.